ÁRBOLES CALLADOS
Nunca volví a ese lugar, donde árboles callados
mordían calas de estrellas, como arañando un milagro.
Donde dejé las migajas de mis sueños mutilados;
y recogí mis pesares, con manotazos de ahogado.
Torné mi rumbo a otros lares, buscando amor a mi paso;
pero impromptus de tristezas, me arrastraron al pasado.
Remembranzas de paisajes, de soles descascarados,
agitando mi memoria; ganándole por cansancio.
El verbo se hizo adjetivo; quedó en mi pecho enterrado;
las hogueras del infierno, secaron al fin, mi llanto.
Me quedé sin miel, sin agua; se lastimaron mis labios;
sufrí golpes en el alma; cayó mi amor como un rayo;
tuve muy poca fortuna, no regresó hasta mis brazos.
Me fusilaron cruelmente, los ojos no me vendaron;
me fui muriendo de a poco, y, al final, me remataron.
No guardo esperanza alguna, sus despojos se quemaron;
el viento los llevó lejos; ni las cenizas quedaron.
No me pidan que regrese a juntar jazmines blancos,
en las lomas de luceros y en los cielos despejados.
Se desbordaron las aguas de este amor descontrolado;
hay que encauzarlas de nuevo, en solitarios veranos.
Esta obra del destino, por desgracia ha terminado;
quizá otro autor la reescriba, y dé otro fin a sus actos.
Tal vez, en fresas de agosto, bajo un árbol deshojado;
me reencuentre con la vida, sin pedirle nada a cambio.
Será entonces, bienvenida y, estrecharemos las manos;
como hermanas que se quieren, y, algún tiempo, se alejaron.
Autora: María Rosa Ferrarotti
05/11/2004
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De Antología Poética y Cancionero
"Mucho gusto, ¿quién soy yo?"
Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.