EMBRUJO NOCTURNO
Martillaba la luz del lucero sobre el río sediento de peces,
y los sauces caían hambrientos, con sus copas pintadas de verde.
Resonaba el clarín de la noche, sobre el rubio rodar del sol manso;
y al andar por senderos de cobre, levantaba la bruma a su paso.
La pasión era fruta madura, al abrirse el portal de mis brazos:
en tu cuello, luego en tu cintura; en caricias de amor desbordando.
Nuestras formas lograban un todo, se excitaban y hallaban la calma.
El silencio alumbraba a altas horas, era tu alma aferrada a mi alma.
Las oleadas de amor eran rosas que al clarear le brindaban su magia.
Un santuario de amor levantamos y tus besos mi piel devoraban.
Tú querías seguir dibujando más paisajes de amor en la cama.
Los deseos, eran aguijones, que al calor de la entrega punzaban.
Sobre el lecho repleto de goces, nos amamos sin tiempo y sin pausa.
Al morir el embrujo nocturno, los rayitos de sol se filtraban.
Nos juramos volver a encontrarnos, cuando el sol escondiera sus alas.
Autora: María Rosa Ferrarotti
01/11/2019
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Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.