PANDEMONIADOS
Cuando haya educación
haremos mejor las cosas,
pero mientras no la haya
la infección va viento en popa.
Y culpamos a los otros
de nuestros problemas y broncas.
Hay reglas que hay que cumplir:
¿A la sociedad le importan?
Si yo hago bien los deberes
y los demás los ignoran,
es imposible creer
que el prójimo nos importa.
Hay gente que por la calle
su barbijo no lo porta,
pero los veo fumando,
sin distancia haciendo colas.
Si entendemos que es la muerte
lo que este virus provoca,
tendremos la certidumbre
de la parte que nos toca.
Alejamiento social,
entre una y otra persona;
la prioridad del barbijo
cubriendo nariz y boca.
Alcohol en gel en las manos,
bañarse y cambiar de ropa
cuando volvemos de hacer:
trámites, pagos y compras.
Al entrar en nuestra casa,
desinfectemos las cosas:
las zuelas de los zapatos,
lo que traemos en bolsas.
No dejemos que nos gane
esta peste silenciosa.
Si salís a trabajar
"porque no te queda otra",
hacé caso al protocolo
pues tu vida es muy valiosa.
Protegiéndote a vos mismo,
LO HARÁS CON OTRAS PERSONAS.
Si valorás tu familia,
porque es única, no hay otra;
ante tanto virus suelto
piensa bien y no la expongas.
Comprendo que muchas veces
el hacinamiento explota,
y la gente sin recursos
paga la más cara cuota.
Los que la vamos remando
y también, nada nos sobra,
el no salir a la calle
ciertas veces nos trastorna.
No vemos a nuestros hijos,
sus familias, otras personas;
con las cuáles compartíamos
algunos pares de horas.
Es difícil predecir
qué pasará desde ahora.
Por lo pronto, estoy adentro
hasta que Dios lo disponga.
Porque no tengo colores
de una bandería u otra;
soy afiliada a la vida:
la de los demás y propia.
Mi conciencia, es mi conducta,
no, la que otros dispongan.
Esta forma de pensar
es la que el dolor provoca;
mi corazón no se calla
y el alma tiene voz propia.
Autora: María Rosa Ferrarotti
03/06/2020
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Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.
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