DURAZNOS DEL OCASO
En la piel de los duraznos del ocaso,
dio un mordisco enloquecido el bravo oleaje;
en su trágico final cayó en la arena,
dejó lágrimas de sal en su ropaje.
Horizontes muy lejanos y maduros,
perfumados por aroma de rosales;
se tumbaron por cristales de rocío,
cuando el sol mostró las gotas de su sangre.
Tembloroso, se mostró el ceibo encendido,
acunado por arrullo de zorzales;
en lavandas y gardenias infinitas,
desbordaron los jardines de la tarde.
Las glicinas abrazadas sobre rejas,
se tatuaron las estrellas en su carne;
en barrancos del crepúsculo sonriente,
murmuraron su desdicha un par de sauces.
En poblados de la noche, dio sus pasos,
una dama que paseó en blanco carruaje;
y soñó con el rey sol que iba llegando,
a robarle los faroles de sus calles.
La señora con solemne altanería,
no dudó en dejar su luz quieta y distante
en cascadas y en lagunas olvidadas;
coronando de diamantes sus semblantes.
Cuando al fin volvió a su casa muy cansada,
concluyendo la aventura de su viaje;
en corolas de muy rubia cabellera,
se abrió el día en margaritas celestiales.
Autora: María Rosa Ferrarotti
10/11/2005
DERECHOS RESERVADOS DEL AUTOR
De Antología Poética y Cancionero
"Mucho gusto, ¿quién soy yo?"
Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.
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