LOS SILENCIOS
Hay silencios que nos gritan
por estar desesperados.
De dolor, acompañados,
sus fronteras delimitan.
En esperas depositan
el poder de consolarse.
En olvidos, acunarse
descargando sus pesares.
Sienten frío de glaciares.
Necesitan arroparse.
Cuando luchan por abrirse
un camino con sus voces,
sus sonidos son feroces
pero logran reprimirse.
Solo pueden percibirse
agitando los latidos
de recuerdos malheridos.
Permanentes, solitarios.
Son antiguos relicarios
de los sueños oprimidos.
Los silencios tienen vida.
Forman ramos de nostalgias
que producen las neuralgias
en el alma desnutrida,
parcialmente carcomida
por los buitres carroñeros
de la luz de los luceros
apoyados en los techos
de las jaulas de los pechos
bien curtidos como cueros.
Los silencios se renuevan.
Van mutando sus empeños.
Secos, arden como leños,
sin premuras que les lluevan.
A las lágrimas encuevan.
Avasallan sentimientos
con sus vastos regimientos
de secretos intocables.
Son bastiones infranqueables,
al prohibir cuestionamientos.
Los silencios nos sofocan.
Nos desangran por adentro.
Son matriz de desencuentro.
Muchas veces, equivocan
derroteros y trastocan
lo que dicen, sin decirlo.
Prefiriendo sugerirlo,
lo transforman en problema
al obviar hablar del tema
y de sones, desvestirlo.
Los silencios comprometen
decisiones no tomadas.
Por las dudas estancadas,
pensamientos se someten
permitiendo que maqueten
sus pretéritas verdades,
conformando vecindades
de maneras muy extrañas.
Van royendo sus entrañas
como las enfermedades.
Autora: María Rosa Ferrarotti
17/06/2022
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS DEL AUTOR.
Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.
Imagen de Internet.
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