LOS JACARANDÁS
DÉCIMAS
Los jacarandás ya visten
altas ramas florecidas
en las calles y avenidas.
En sus racimos persisten
los colores que coexisten
incrustados en los cielos.
Los azulados gemelos
participan de paisajes.
Entre raleados follajes
la brisa inflige flagelos.
La tarde estrella sus rayos
en las copas atrayentes.
Las aves son diligentes
y van mostrando sus sayos.
De nidos, hacen ensayos
sobre las ramas leñosas,
ya viejas y bondadosas;
a comienzos de noviembre.
Cuando se expande diciembre,
sus flores llueven cual rosas.
Las veredas y las plazas
muestran cuerpos vagabundos,
tubulares, moribundos;
conformando las barcazas
que con tus pies las desplazas
evitando resbalones.
Se caen a borbotones
sus flores, de las alturas.
Los suelos son sepulturas
de tan hermosas creaciones.
Sus troncos son derechitos.
Cuando van envejeciendo,
los mismos, se van torciendo.
Ya no son los señoritos
estilizados, bonitos.
Lucen tristes, agrietados.
Por los años, maltratados.
En primaveras y otoños,
inflorescencias son moños
en los ramajes callados.
A mi Luján, la decoran.
Le dan vida y alegría.
Le transmiten su energía.
Al ambiente se incorporan.
Las personas atesoran
sus simplezas y bellezas,
porque alejan las tristezas
y al corazón estremecen
cuando, de pronto, florecen
demostrando fortalezas.
Son soldados que vigilan
a todos los que pasean.
Dan sombra y se balancean.
Mil miradas recopilan,
en tanto, azules deshilan.
A veces, juntan sus copas.
En aceras, forman tropas
de portes inigualables.
Grandiosos. Inseparables.
Con sus presencias te arropas.
Autora: María Rosa Ferrarotti
27/11/2023
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS DEL AUTOR.
Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.
Imagen de Internet.
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