LA MUDANZA
DÉCIMAS
Se va estrechando el camino
de la vida en la que andamos.
Seres y cosas dejamos
a lo largo del destino.
Nos convertimos en vino
nacido de vieja viña
que alguna vez fue una niña
coronada de rocío
madurando en el estío
sobre la fértil campiña.
Somos hijos de la tierra
del lugar en que nacimos.
Tarde o temprano morimos
y su raíz nos encierra.
Pero el alma no se entierra.
Se encamina derechito
hacia el mar del infinito.
Busca a Dios en la espesura
del misterio y se aventura
a encontrar su don bendito.
Cuando cambiemos de plano
quisiera llevar conmigo,
de la familia, su abrigo.
Acariciar con mi mano
desde algún lugar lejano,
el rostro de la inocencia
que fue ganando experiencia
al explorar sin medida
cada partida perdida
aumentando su sapiencia.
Todo comienza y termina
como tren con sus vagones
que transportan ilusiones,
días claros y neblina.
Agua pura, cristalina,
del amor que nos hermana.
De la luz de la mañana
que nos muestra la belleza,
la flaqueza y la grandeza
de la condición humana.
La fruta amarga de olvido
se la dejo a un cruel recuerdo.
Mientras los labios me muerdo,
guardo en mi pecho un pedido
hacia Jesús dirigido,
que con el tiempo se afianza
como la fe y la esperanza.
Que me colme de alegría
y me brinde compañía
en mi última mudanza.
Autora: María Rosa Ferrarotti
21/12/2023
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS DEL AUTOR.
Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.
Imagen de Internet.
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