POESÍAS Y CANCIONES DE AMOR EN TODOS Y CON TODOS LOS SENTIDOS. DÉCIMAS. HAIKUS. SONETOS CLÁSICOS. ROMANCES. POESÍA LIBRE. CUENTOS. REFLEXIONES. LETRAS DE CANCIONES. SEXTILLA HERNANDIANA.

sábado, 1 de agosto de 2020

RELATO


CUANDO DIOS TIENDE  SU MANO…


    Ella se enteró de su embarazo. Hacía seis años que su médico le había indicado no tener más hijos por su problema de hipertensión arterial. Se había cuidado y no encontraba razón de lo sucedido. Ambos corrían peligro de muerte. Se encomendó a Dios, rezando toda la noche, para que Él los ayudara a seguir adelante sin correr ningún riesgo, ya que tenía otros dos niños pequeños, para criar también.  

   Como todos los días, una tarde de octubre, se puso su delantal blanco, tomó su portafolios pesado (de tantos libros que llevaba) y se dirigió a la terminal de ómnibus para tomar el colectivo que la llevaría a la escuela de adultos, donde trabajaba  en turno vespertino; a 19 km de su ciudad.

Al subir al colectivo, se sentó en el primer asiento del lado de la puerta. El vehículo, tenía su motor encendido pero no arrancaba, porque el chofer esperaba que subieran más pasajeros. Pasaron alrededor de cinco minutos. En ese período de tiempo, la maestra comenzó a sentirse mal. Un fuego abrasador subió por su cuerpo hasta su cabeza (que comenzó a dolerle mucho), se mareó y sintió que algo se desprendía de sus entrañas. Bajó inmediatamente del colectivo, fue al Centro de operaciones de la Terminal y pidió hablar por un teléfono de línea a su casa, para que la vinieran a buscar rápidamente.

Cuando se contactó con el doctor, se hizo los estudios pertinentes, estuvo en cama diez días tomando medicamentos, para ver si podía retener a su bebé; pero no lo consiguió. No importan los detalles. El hecho, es que terminó en un quirófano y perdiendo a su bebé totalmente. Su dolor fue muy grande. Se sentía culpable de su pérdida. ¿Por qué ella estaba viva y su bebé, no? Porque vivía corriendo de un empleo a otro para llevar el pan a casa y, aparentemente, el estrés cotidiano le había jugado una mala pasada.

Luego de cuatro días, a la una de la madrugada, tuvo una fuerte hemorragia que la llevó de nuevo al quirófano, ante el asombro del médico que repitió su tarea, para limpiar bien la zona afectada. Desde luego, quedó internada en observación durante un día, para comprobar su evolución.

Pasaron cinco meses. Su organismo parecía haberse ido normalizando de a poco, pero no tanto. A principios de abril del siguiente año, comenzó a sufrir pequeñas pérdidas que fueron aumentando su caudal en los siguientes cuarenta y cinco días. Se estaba debilitando mucho. Se hizo nuevos estudios. Resultó que se le había formado lo que comúnmente llamamos “fibroma”. Si no se operaba, corría el riesgo de morir desangrada en cualquier momento. No lo pensó mucho y de acuerdo con su esposo, decidieron realizar la operación para quitar el útero materno, a principios de la semana entrante.

El fin de semana anterior a la operación se encomendó a la Virgen o como ella la llamaba “Venerable María” porque era la madre de Jesús, para que la iluminara y la ayudara a sobrellevar la carga de sentirse culpable por todo lo que le había sucedido hasta entonces y lo que se avecinaba en la semana siguiente. Le escribió estos versos:

“Venerable María,

Madre de las Madres;

tú que diste hijos,

sabes de bondades.

De Amor eres dueña,

de paz, de alegría;

Sírveme de amparo,

sírveme de guía.

Ayuda a esta pobre

mortal que te implora,

ruega por nosotros,

canción de la aurora.”

Así fue. La Virgen escuchó sus ruegos; y Dios, también. Después de conseguir dos dadores de sangre, se concretó la “Histerectomía”. Quedó internada varios días y su vida cambió radicalmente. Se sentía como una gata castrada: primero por el aborto espontáneo en el colectivo, luego por las dos intervenciones sufridas para terminar de limpiar la zona el año anterior; y por último, por la extracción total del útero, que significaba que no podría tener más hijos. Tenía 32 años de edad. Era muy joven todavía.

Gracias a Dios, se había casado joven (a los 23 años), y había tenido dos hijos bastante seguidos por cesárea (uno a los 24 y otro a los 26 años de edad); comenzando a sufrir hipertensión arterial, con el primero. Antes de tener a sus hijos, no tenía ningún problema de salud importante.

Todo lo ocurrido, me lleva a pensar que el tema del aborto, es algo que hay que pensar muy seriamente. Nadie sabe, si después de hacerse uno, “voluntariamente”, no le traerá consecuencias adversas. A esta maestra, no le quedó ninguna opción para volver a tener hijos.

Gente, la vida es muy valiosa para estar jugando con ella. 

En este caso, creo que la Fe pudo impedir que la madre muriera; que Dios puso su mano para que no tuviera más hijos y pudiera criar bien a los otros dos pequeños. Pero no todos los casos son iguales.

¿Ustedes qué opinan?

Autora: María Rosa Ferrarotti

31/07/2020- DERECHOS RESERVADOS DEL AUTOR

Luján, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.


ESPERO SUS COMENTARIOS RESPETUOSOS. MUCHAS GRACIAS.

 

 

 

 

 

 

 

 


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